Basta dirigir la mirada al firmamento o a cualquiera de las maravillas de la creación y contemplar un instante los infinitos bienes y comodidades que nos ofrece la tierra, para concebir desde luego su sabiduría y grandeza y todo lo que le debemos a su infinita misericordia y la fe de querer hacer las cosas.
Bajo un monto de suave azul que extiende en lo alto aparece un nítido velo de neblina que cubre el verde profundo de la montaña. Emerge el encuentro del astro rey que extiende su dorada cabellera sobre el verdor de sus bosques, que tras el serpentear del camino permite la entrada al solariego pueblo; con profundo sabor añejo de la vieja tierra del cacao con dulzura de caña; donde el tiempo se detuvo en los cacaotales de la gran Obra Pía al viento, de grandes vendavales, testigos de romances.
De interminables noches de estrellas y de luna que coqueta se pasea en el firmamento, de calles estrechas donde aun resuenan el eco de los zambos de ayer.
Tierra curtida de cacao, de tradiciones llegadas en el oleaje bravío del mar caribe que con su irreverencia total besa la dorada arena que guarda con celos las siluetas que sobre ellas se dibujan.
La goleta picando en el mar erizado por sus burbujeantes olas, allí están los grandes cocoteros con su fruta refrescante.
Allí fue parte de mi recorrido entre el trinar de las aves, moradores de piel negra y mestiza.
Yo soy Juan de Dios el Forastero que vivió la historia y lo que ustedes leerán es lo que logre recopilar, vivencias que me traen unos bonitos y no tan bonitos recuerdos, que hacen humedecer mis pupilas y latir más sensible mi corazón.
No tengo estudios literarios, fue la vida misma la que quiso favorecerme con la vocación a la escritura.
Antonio Madrid-Gastrónomo
http://kuainabaida.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario